Elixir
Existió un tiempo en el que nunca te perdía,
ahora, el mar, el sol y el viento son solo recuerdos fugaces de lo que fue, de lo que fuimos.
Te recuerdo caminando hacia el tranvía, las hojas del cerezo te golpeaban el paso,
mientras la frágil noche se rompía, el frufrú de tu falda sollozaba
y aquellas lámparas eternas al fin se perdían.
Bajo la eterna sombra que me habita te espero,
al igual que el tren ya no pasas, las luces se pierden entre sombras y me ciegan.
Tu cuerpo es el ataúd de mi alma que cabalga por las noches a solas y en silencio,
Guadalupe Noriega Morales.
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